Para asegurar el éxito de un proyecto en restauración ecológica, este ha de contar con una dimensión espacial (territorial) y temporal (largo plazo), además de reunir los aspectos económicos, sociales y ecológicos locales.
Mi nombre es Alicia Perera y soy restauradora de ecosistemas. Mi visión de trabajo es desde los procesos y redes, la interconexión entre sectores, la responsabilidad de las acciones y el alcance e impacto de estas. Esta visión holística, marcada por mi experiencia en diferentes sectores, se consolida aún más en mi profesión como restauradora, especialmente desde mi labor en proyectos de restauración de la conectividad y la infraestructura verde.
Los proyectos de restauración tienen límites espaciales, definidos idealmente por el profesional especialista. No obstante, es interesante trabajar a nivel territorial, de paisaje, y os voy a contar porqué desde los tres pilares que definen los ecosistemas: económico, social y ecológico.
Por un lado, el sistema económico depende principalmente de los bienes y servicios que derivan del capital natural. Por otro, casi el 75% de la superficie de la tierra se encuentra en estado de degradación. Entonces, ¿tiene sentido explotar sin mesura el sistema natural del que depende el propio sistema económico? Ante esta situación, hay tres acciones a realizar: conservación y restauración de los ecosistemas e incluir la gestión ambiental desde el inicio de los planes de planificación territorial. No obstante, uno de los principales obstáculos para el desarrollo de la restauración ecológica en Europa se debe a la escasa prioridad por parte de los tomadores de decisiones, aunque haya muchas herramientas disponibles para hacerlo, como esta.
“La transición ecológica ha de ir imperiosamente acompañada de un cambio cultural en nuestra relación con la naturaleza”
Como especie, somos uno de los principales agentes modeladores del espacio, por ello, es importante ser conscientes de nuestro impacto y responsables de modificar nuestras acciones en pro de la “producción natural” de la que dependemos. Esto es, debemos ir más allá de la sostenibilidad y mirar hacia la máxima prosperidad (temporalidad de largo plazo y ecosistemas autosuficientes) dentro de los límites ecológicos locales. Por lo que, esta transición, mal llamada ecológica y más bien energética (esto da par otro post), ha de ir imperiosamente acompañada de un cambio cultural en nuestra relación con la naturaleza. En particular, recuperando la gestión local sobre los territorios: la soberanía sobre la tierra y su explotación, generando un tejido local diverso y resiliente, tal y como hemos visto tan necesario en estos últimos meses.
Y ante la situación actual frente al cambio climático, especialmente en la cuenca mediterránea y particularmente en España, es primordial, y en los casos que corresponda, dirigir la restauración de ecosistemas desde y hacia la recuperación y maximización del ciclo hidrológico. Esta gestión eco-hidrológica de los ecosistemas se ha de llevar a cabo especialmente a nivel de cuenca, considerando el conjunto y sectores del territorio, y principalmente en las masas forestales. Como ejemplo, aunque lejano, este proyecto de resultados más que positivos en Bhojdari (India). Además, y conociendo que la conectividad ecológica es vital para el buen funcionamiento de los ecosistemas, por ende, para la obtención de bienes y servicios ecosistémicos, es vital el planteamiento en la gestión territorial de la red de infraestructura verde, conectividad y restauración ecológica, recientemente aprobada por el Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, por su funcionamiento como autopista ante la migración climática de las especies y de conservación de la biodiversidad.
Regalo: Una de las joyas de la restauración en España – las dunas de L’Albufera en Valencia. ¿Por qué? Por la época, el contexto en el que nace y el fuerte componente social.